jueves, 24 de junio de 2010

EL PUEBLECITO DE LOS ETERNOS NEVADOS

EL PUEBLECITO DE LOS NEVADOS ETERNOS

Un frio espeluznante recorre mis manos al acercarme ansioso a la viejas paredes limosas del vecindario blanco, entre las flores petrificadas por el frio mañanero que no alcanza a robarle la belleza multicolor de los rosales. Se aprecia en el ambiente el entremezclado olor a café recién colado, desde la casa mohosa del maestro talabartero que emocionado cose los mocasines de piel que se me descosieron entre tanto ir y venir por el poblado, cerca del despeñadero gris que colinda con el hermoso riachuelo dorado por el resplandor de la neblina que baña desde lo alto la cascada helada. ¡Que sensación tan indescriptible siente el forastero, al sumergirse semidesnudo entre las aguas punzantes, que desafiantes caen desde los altos riscos de la montaña!, es una experiencia extrasensorial, mucho mas allá de los sentidos…. Hay que vivirlo…..
Sobre las copas de los árboles, una leve lluvia moja los campos y el brillante celaje de las gotas salpican los matorrales, dándole al paisaje una real visión exquisita. Sobre una rama empinada, una iguana verde busca esconderse, mientras los peces multicolores del estanque surtido de la posada de siempre, se sumergen entre las algas moteadas que acompañan sus desdenes, al no querer atrapar los restos de pan y miel que lanzamos hace rato. Se escuchan fuertes casquidos de un jinete bien abrigado que arremete contra el ganado desperdigado por la ladera mojada, mientras los gritos de una tonada antes cadenciosa y ahora desesperada acompañan al labriego, en la noble tarea de resguardar su faena diaria, ahora fastidiada por el horror de la lluvia, pero que para nosotros, extraños boquiabiertos ante este paraíso, era lo mas sublime de un contacto en directo con la naturaleza viva.
Llegado el momento de alejarnos de tan hermosa maravilla blanquecina por la neblina donde está sumergida, y por lo misterioso de su soledad bendecida por la virgen de las nieves, volteamos la mirada triste desde las mulas cargadas de regalos y sueños hacia el pueblecito de los nevados eternos, con la firme idea de regresar algún día, para sentir de nuevo, la sensación de estar en un paraíso terrenal sin comparación alguna.
Mientras tanto en mi memoria taciturna, abrigare el recuerdo, como un día me abrigué del frio en aquel pueblito tan sencillo, para recordarlo firme, como un gigante dormido en aquella montaña, bañado de un manto misterioso como una postal en Nochebuena.